Antonio Machín en las Grandes Biografías de Zafarrancho Vilima

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Hoy recordaremos las canciones, las maracas y la pajarita de Antonio Abad Lugo Machin, nuestro Sam de Casablanca. El pequeño Antonio nació el 11 de febrero de 1903 en Cuba. Era hijo de José, un emigrante gallego, y Leoncia, una afrocubana, que formaron una familia muy humilde de unos 15 hijos; Suponemos que la madre dejó de contar niños cuando se le acabaron las hojas del segundo libro de familia. Antonio fue feliz desde chico en esta familia tan numerosa porque recuerda que su familia no era “ni muy rica ni muy pobre” y porque nunca descubrió que en verdá no era alérgico ni al solomillo de ternera ni a los peti suí. El dueño del Carry veía entrar a Leoncia y le daba dos abrazos y el carro grande del IKEA. Fue precisamente su madre quien le inculcó el amor al canto. Su padre, sin embargo, decía que lo de cantá pa la calle rayaba lo inmoral, aunque se opuso flojito porque estaba muy ocupado haciendo más niños. Se rumorea que es el hombre casado que más casquetes ha echado durante el matrimonio: 15. Así que pa despistá el joven Antonio trabajó de albañil mientras cantaba antes de que Bustamante lo pusiera de moda y llegó a unirse hasta tres veces a bandas ambulantes hasta que fue contratado por la orquesta de Don Azpiazu, que tenía nombre de vino de los que te dan a probá un culito antes, pero que en verdá lo que hizo fue meter el cencerro en una orquesta, que en Galicia estaría muy visto pero en Nueva York fue como ver sobrio a Frank Sinatra. A los 20 años soñaba con estudiar ópera y ser barítono, pero en 1923 no contrataban a los negros ni de Baltasar, así que se fue a La Habana con las maracas en los bolsillos para amenizar las noches de la burguesía de la capital, clasista, blanca y, por supuesto, más racista que un alcalde de Badalona. En esta época ya tenía la barbillita así pa fuera como Ben Affleck y lasorejita como dos entrecots de 450 gr. No tardó en triunfar, llegando a ser el primer cantante negro en cantar, COBRANDO, en el Casino Nacional de la Habana, lugar de la gentuza más racista todavía y excluyente. Eran tan racistas que Otelo lo hacía un negro blanqueao y pintao con betún. Pero a Machín el dúo y la banda Azpiazu le sabían a poco y fundó un sexteto, como Mocedades, pero moviendo las manos, que parece que no, pero en aquella época eso era más innovador que la red pa que no se abriera la canne mechá. Sería con este grupo con el que grabara “Aquellos ojos verdes” y “El manisero”. Pero Antonio era como la infanta Leonor, que no podía tener una tarde libre, y en 1930 se fue a Nueva Yó donde estuvo 4 años formando parte de la Orquesta Antillana, de José Escarpenter y su Orquesta, de Julio Roque y su Orquesta, de Armando Valdespí y su Orquesta, de la Orquesta Machín, del Cuarteto Machín, del Cuarteto El Libi y de la Peña Sevillista “Garbanso con espinaca”. En 1936 se marchó a Europa, porque quién se iba a imaginá que un dictador con un huevo FUERA A REPETIR LO MISMO QUE OTRO DICTADOR CON UN HUEVO, así que se fue a Londres y en cuanto le pusieron el pescao frío en el freidor se fue pa París. Allí conoció a Line, con quién se iría de gira por Suecia. No se quedó en Suecia, porque en Suecia no se quieren quedar ni los suecos, y volvió a París. En 1939 llegó a España huyendo de los nazis, topándose con la posguerra española y la consiguiente ZOZOBRA. Pero Antonio sacó sus maracas en la sala Shangai de Barcelona cobrando 25 pesetas diarias, que dicho así podría haber sido cantando o bailando en una barra de metal que si te resbala te quema tó los muslo. En 1943 se casa con la sevillana María de los Ángeles Rodriguez, y ya que está se trae media familia en una avión a Sevilla, porque la familia entera no cabía en un viaje. En 1947 se saca el citrato y arregla una canción moruna, convirtiéndola en bolero: “Angelitos Negros”. Después se vino arriba y “Toda una vida”, o “Quizás, quizás, quizás” más, enamoró a los españoles con “Dos Gardenias”. El 7 de junio de 1977 dio su último concierto en Alcalá de Guadaíra, del que salió muy agotado, tanto que el 4 de agosto, con 74 años, le recibieron sus amados angelitos negros, aunque ustedes siempre podrán recordarlo cuando cojan un carro grande de IKEA o le pongan la red a la canne mechá pa que no se abra.

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